Más allá del azúcar en sangre: Diabetes y Salud Intestinal
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La diabetes es una enfermedad crónica que afecta la forma en que el cuerpo descompone los alimentos en glucosa (azúcar) y la forma en que el cuerpo utiliza esa glucosa. Es uno de los desórdenes endocrinos más comunes. Se estima que alrededor de 450 millones de personas en el mundo viven con diabetes.
La diabetes se produce cuando el páncreas no produce suficiente insulina (una hormona que ayuda a que la glucosa de los alimentos pase a las células para producir energía) o cuando el cuerpo no puede usar adecuadamente la insulina que produce. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (niveles altos de glucosa en la sangre), lo cual con el tiempo puede causar problemas de salud graves como enfermedades del corazón, enfermedades de los riñones, ceguera e incluso la pérdida de extremidades.
Existen tres tipos principales de diabetes :
La diabetes tipo 1, también conocida como diabetes insulinodependiente o juvenil, se produce cuando el sistema inmunológico ataca y destruye las células beta del páncreas. Estas células son las responsables de producir insulina. Por lo general, este tipo de diabetes se desarrolla en la infancia o durante la adolescencia, pero puede aparecer a cualquier edad. Representa entre un 5%-10% de todos los casos de diabetes.
Las personas con diabetes tipo 1 deben recibir inyecciones de insulina todos los días para controlar sus niveles de glucosa en la sangre.
La diabetes tipo 2 es el tipo más común y representa aproximadamente el 90%-95% de los casos. Generalmente se desarrolla en adultos (sobrepeso y mayores de 40 años), pero en los últimos años ha aumentado en niños, adolescentes y adultos jóvenes debido a tasas más altas de obesidad y falta de actividad física.
En la diabetes tipo 2, el cuerpo no puede usar adecuadamente la insulina (resistencia a la insulina) o no puede producir suficiente para compensar la resistencia (disminución de la producción de insulina). Al principio, las células beta pancreáticas compensan produciendo más insulina. Con el tiempo las células pierden esa capacidad. Los síntomas pueden no aparecer por muchos años, hasta que la producción de insulina haya disminuido considerablemente.
A diferencia de la diabetes tipo 1, muchas personas con diabetes tipo 2 no necesitan recibir inyecciones de insulina. Pueden controlar la enfermedad con dieta, ejercicio y medicamentos orales que mejoran la sensibilidad a la insulina como la metformina. Sin embargo, si la dieta y los medicamentos no son suficientes, puede ser necesario agregar inyecciones de insulina.
Existen otros tipos de diabetes más raros como la diabetes gestacional que se desarrolla durante el embarazo, la diabetes neonatal que ocurre en recién nacidos y la diabetes tipo MODY causada por mutaciones genéticas. También puede haber casos secundarios a enfermedades del páncreas, medicamentos u otros trastornos.
La diabetes provoca complicaciones graves si no se controla adecuadamente. Por ejemplo, puede producir retinopatía diabética que lleva a ceguera, nefropatía diabética que genera insuficiencia renal, neuropatía diabética que ocasiona daños en los nervios, pie diabético con mayor riesgo de úlceras e infecciones que terminan en amputaciones. También aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y disfunción sexual.
La diabetes es una enfermedad crónica que se produce cuando el cuerpo no puede regular adecuadamente los niveles de glucosa (azúcar) en la sangre. Se calcula que alrededor de 463 millones de personas en todo el mundo viven con diabetes. Esta enfermedad puede causar síntomas agudos a corto plazo y graves complicaciones a largo plazo si no se controla correctamente.
Muchas personas con diabetes tipo 2 no presentan síntomas notorios, especialmente en las primeras etapas. Pero hay algunos signos y síntomas que pueden indicar la presencia de diabetes :
Sed excesiva y boca seca
Micción frecuente
Hambre constante
Visión borrosa
Fatiga y cansancio extremo
Picazón o entumecimiento en manos y pies
Infecciones frecuentes en la piel, vejiga o encías
Heridas de lenta cicatrización
Pérdida de peso sin razón aparente
En la diabetes tipo 1, los síntomas pueden comenzar de forma abrupta e incluyen náuseas, vómitos, dolor abdominal y dificultad para respirar. Esto se debe a una acumulación peligrosa de cetosis causada por la falta de insulina.
Tanto en la diabetes tipo 1 como en la tipo 2, la hiperglucemia mantenida en el tiempo puede llevar a complicaciones serias en diferentes órganos y tejidos. Algunas de estas complicaciones son:
Cardiovasculares: La diabetes incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares entre 2 a 4 veces en comparación a personas sin diabetes. Puede causar aterosclerosis, hipertensión, dislipidemia e infartos.
Renales: La nefropatía diabética es una complicación grave que puede causar insuficiencia renal e incluso requerir diálisis o trasplante. Se debe al daño progresivo de los pequeños vasos sanguíneos del riñón.
Oculares: La retinopatía diabética es la causa principal de ceguera en adultos. Se debe a daños en los pequeños vasos sanguíneos de la retina que pueden provocar hemorragias, edema macular y pérdida de visión.
Neurológicas: La neuropatía diabética genera daño en los nervios que puede causar dolor, hormigueo, entumecimiento y pérdida de sensibilidad. También aumenta el riesgo de úlceras e infecciones que pueden derivar en amputaciones.
Pie diabético: Debido a la neuropatía y problemas circulatorios, las personas con diabetes tienen mayor riesgo de desarrollar úlceras e infecciones en los pies que son difíciles de curar y pueden terminar en amputaciones.
Bucales y gingivales: Hay mayor predisposición a sufrir caries, enfermedades periodontales, infecciones y pérdida dental.
Disfunción sexual: Tanto en hombres como mujeres, la diabetes puede causar disfunción eréctil e infertilidad.
Controlar adecuadamente los niveles de glucosa en sangre, la presión arterial y el colesterol mediante dieta, ejercicio, medicación y exámenes periódicos, reduce significativamente el riesgo y la progresión de estas complicaciones. Trabajar de cerca con el equipo médico es clave para prevenir y detectar tempranamente cualquier problema antes de que se vuelva grave e irreversible.
La diabetes es una enfermedad metabólica caracterizada por niveles altos de glucosa en la sangre o hiperglucemia. Esto se debe a que el páncreas no produce suficiente insulina o el cuerpo no puede usarla de manera efectiva.
La insulina es la hormona encargada de permitir que la glucosa de los alimentos pase a las células para producir energía o se almacene en el hígado y músculos en forma de glucógeno. Sin un adecuado control de los niveles de glucosa, a largo plazo se producen daños y disfunciones en distintos órganos y sistemas.
La hiperglucemia sostenida es el principal problema en la diabetes. Los niveles altos de glucosa causan síntomas como sed, micción frecuente, visión borrosa y cansancio. Pero lo más peligroso son las complicaciones crónicas que conlleva como enfermedades cardiovasculares, ceguera, insuficiencia renal y amputaciones.
La hipoglucemia o niveles bajos de azúcar en sangre también es peligrosa. Puede producirse si se administra demasiada insulina, se salta una comida, se hace más ejercicio de lo habitual o se toma alcohol. Provoca síntomas como temblor, nerviosismo, hambre, dolor de cabeza y sudoración. Si no se controla a tiempo, puede causar convulsiones, pérdida del conocimiento e incluso coma.
Lograr un buen control glucémico es fundamental para prevenir complicaciones agudas y crónicas, y mejorar la calidad y esperanza de vida de los pacientes con diabetes. Implica mantener los niveles de glucosa lo más cercano posible a los valores normales (entre 70-130 mg/dl).
Esto se evalúa mediante la hemoglobina glicosilada (HbA1c), que indica el promedio de glucosa de los últimos 2-3 meses. El objetivo es que la HbA1c se mantenga por debajo de 7%.
Un control glucémico estricto requiere la interacción de varios elementos: educación sobre la enfermedad, dieta saludable, actividad física regular, medicamentos orales o insulina según sea necesario, y automonitoreo frecuente de los valores de glucosa.
El automonitoreo de la glucosa en sangre es indispensable para lograr un buen control. Se realiza mediante un medidor portátil llamado glucómetro. La persona se pincha un dedo, coloca una gota minúscula de sangre en una tira reactiva que se inserta en el glucómetro y en pocos segundos aparece la lectura en la pantalla.
Los expertos recomiendan medir los niveles de glucosa en ayunas, antes de las comidas y a veces 2 horas después de comer. También cuando se sospeche que están muy altos o muy bajos. Esto permite detectar patrones y decidir si son necesarios ajustes en la dieta, actividad física o medicación.
Llevar un control adecuado de la diabetes no es fácil pero es determinante para prevenir complicaciones. Además de monitorear y normar los niveles de glucosa, es esencial el compromiso y educación constantes del paciente, y el soporte de su equipo de salud.
El intestino juega un papel clave tanto en el desarrollo de la diabetes tipo 2 como en el control glucémico de los pacientes ya diagnosticados. En los últimos años, numerosos estudios han demostrado la estrecha relación entre la microbiota intestinal, la resistencia a la insulina y la regulación de los niveles de glucosa.
Esta comunidad microbiana cumple importantes funciones para nuestra salud. Ayuda a sintetizar vitaminas, protege contra microbios dañinos, refuerza el sistema inmune intestinal y participa en la digestión y asimilación de nutrientes.
Además, emerging evidence suggests que la alteración de la microbiota intestinal está involucrada en el desarrollo de obesidad, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2.
En pacientes con diabetes tipo 2 se ha observado una disminución global de la diversidad bacteriana intestinal y cambios específicos en la proporción de ciertas cepas. Por ejemplo, se detectan menos bacterias productoras de butirato, un ácido graso de cadena corta con propiedades antiinflamatorias y protectoras.
Por el contrario, suelen aumentar los niveles de bacterias oportunistas proinflamatorias como Ruminococcus y Streptococcus. También parecen elevarse las enterobacterias, lo cual se asocia a mayor permeabilidad intestinal, endotoxemia metabólica e inflamación crónica de bajo grado.
Varios estudios respaldan la hipótesis del eje intestino-páncreas, según la cual la disbiosis intestinal puede iniciar una cascada de eventos que conducen a hiperglucemia y diabetes tipo 2.
Se ha encontrado que la microbiota alterada libera ácidos grasos de cadena corta, lipopolisacáridos y citoquinas proinflamatorias hacia la circulación sistémica, contribuyendo al desarrollo de resistencia a la insulina en hígado y músculos.
Por otra parte, en modelos animales se ha demostrado que trasplantar microbiota intestinal de humanos con diabetes tipo 2 es capaz de inducir mayor ganancia de peso, intolerancia a la glucosa y resistencia a la insulina en ratones previamente sanos.
Asimismo, diversos estudios han asociado el uso de antibióticos con un aumento posterior del riesgo de diabetes, sugiriendo que las alteraciones en la flora intestinal podrían estar implicadas.
Restaurar la diversidad bacteriana mediante el trasplante de microbiota fecal de donantes sanos ha demostrado revertir la diabetes tipo 2 en individuos seleccionados. Sin embargo, se necesitan más ensayos para confirmar estos hallazgos.
Otras estrategias prometedoras son los prebióticos, probióticos y simbióticos para favorecer el crecimiento de bacterias beneficiosas. Asimismo, limitar el consumo de grasas saturadas y azúcares refinados podría promover la recuperación de la eubiosis intestinal.
Más estudios son necesarios para dilucidar los mecanismos subyacentes y desarrollar intervenciones específicas sobre la microbiota con el fin de coadyuvar al control glucémico y prevenir la diabetes.
El intestino posee una barrera formada por las uniones estrechas entre las células epiteliales de la mucosa. Cuando se altera esta barrera y se vuelve permeable, bacteria y restos de alimentos pueden "filtrarse" hacia la circulación sistémica. Esto provoca la activación del sistema inmune innato y un estado inflamatorio crónico de bajo grado.
Tanto la inflamación sistémica como los productos bacterianos que penetran a través de la mucosa intestinal permeable pueden generar resistencia a la insulina, falla progresiva de las células beta pancreáticas y, finalmente, hiperglucemia y diabetes tipo 2.
Varios estudios en humanos han hallado una asociación significativa entre incremento de la permeabilidad intestinal y resistencia a la insulina o intolerancia a la glucosa. Los marcadores séricos de permeabilidad intestinal también se han correlacionado con los niveles de proteína C reactiva (un indicador de inflamación sistémica) y de péptido C (que refleja la función de las células beta).
Asimismo, ensayos controlados en personas obesas y con prediabetes han evidenciado que la suplementación con probióticos y prebióticos mejora los niveles de lipopolisacáridos bacterianos en sangre, reduce los marcadores inflamatorios y aumenta la sensibilidad a la insulina.
Por otra parte, varios estudios longitudinales han encontrado que el incremento en la permeabilidad intestinal precede al desarrollo posterior de diabetes tipo 2. En modelos animales también se ha observado que inducir permeabilidad intestinal genera resistencia a la insulina, hiperinsulinemia y, finalmente, hiperglucemia franca.
Aunque se necesitan más estudios para confirmar estos hallazgos, la evidencia sugiere un rol potencial de la permeabilidad intestinal y la migración bacteriana en la patogénesis de la diabetes tipo 2.
Restaurar la integridad de la barrera epitelial podría ser una estrategia coadyuvante para prevenir o retrasar la enfermedad.
La diabetes es una enfermedad que requiere un abordaje integral. Junto con la medicación y el ejercicio, llevar una alimentación saludable es fundamental para lograr un adecuado control de los niveles de glucosa en sangre.
Múltiples estudios han demostrado que seguir un patrón de dieta saludable reduce los niveles de hemoglobina glicosilada y mejora el control glucémico en pacientes con diabetes tipo 1 y tipo 2.
Una ingesta balanceada de nutrientes ayuda a controlar el peso, manejar los niveles de glucosa postprandial, mejorar el perfil lipídico, la presión arterial y la sensibilidad a la insulina. Todo esto se traduce en menor riesgo de complicaciones micro y macrovasculares.
Si bien no hay una "dieta universal" para todos los diabéticos, existen recomendaciones generales sobre alimentos permitidos y no recomendados:
Vegetales: brócoli, coliflor, tomates, espinaca, zanahoria, zapallitos, berenjena.
Frutas: manzana, naranja, frutillas, arándanos, damascos.
Cereales integrales y legumbres
Carnes magras: pollo, pavo, pescado
Lácteos descremados o semidescremados
Nueces y semillas sin sal
Aceites vegetales: oliva, girasol, maíz
Dulces, galletas y productos con azúcar refinada
Bebidas azucaradas como jugos y gaseosas
Lácteos enteros y quesos grasos
Carnes procesadas y embutidos con exceso de sodio
Comidas rápidas y precocinadas
Frituras y comidas con aceites hidrogenados
Alcohol. Se permite consumo moderado de vino tinto.
Es esencial trabajar con un nutricionista para desarrollar un plan de alimentación personalizado y acorde a los requerimientos, preferencias y posibilidades de cada paciente. El objetivo es adoptar cambios sostenibles en el tiempo que permitan convivir bien con la condición de diabético.
La diabetes es una enfermedad compleja con impacto tanto en el control de carbohidratos y azúcar en sangre como en la salud intestinal y microbiota .
Una dieta equilibrada rica en nutrientes esenciales, ejercicio regular y control metabólico puede traer grandes beneficios para la salud de personas con diabetes. Reduce el riesgo de complicaciones cardiovasculares asociadas y previene el deterioro cognitivo relacionado.
Sin embargo, el consumo excesivo de azúcares simples puede desencadenar picos glucémicos peligrosos y conducir a un aumento de peso y obesidad. La inflamación gastrointestinal también altera la absorción de nutrientes y regulación del apetito.
Mantener niveles óptimos de glucosa en sangre ayuda a reforzar el sistema inmunitario frente amenazas como COVID-19. Los tratamientos modernos con insulina o fármacos innovadores son cruciales, pero deben complementarse con dieta saludable y actividad física regular para controlar los carbohidratos ingeridos.
En conclusión, existe una íntima relación bidireccional entre la composición de nuestra microbiota intestinal , dieta y control glucémico en la diabetes. Un enfoque multimodal puede reducir síntomas, prevenir complicaciones prospectivas y mejorar la calidad de vida.
A lo largo de este artículo hemos explorado varios aspectos relevantes sobre la fisiopatología, síntomas, diagnóstico y tratamiento de la diabetes. También analizamos específicamente la relación entre la diabetes y la salud intestinal.
Los principales hallazgos sobre este vínculo intestino-diabetes son:
La diabetes, especialmente la no controlada, puede contribuir al desarrollo de disbiosis intestinal, sobrecrecimiento bacteriano, motilidad alterada, mayor susceptibilidad a infecciones y mayor riesgo de enfermedad celíaca e inflamatoria intestinal.
Por otra parte, la inflamación, el intestino permeable y la disbiosis se relacionan con mayor resistencia a la insulina, mayor deterioro de la función de las células beta pancreáticas y peor control glucémico.
Restaurar la eubiosis intestinal mediante estrategias como dieta, prebióticos, probióticos y trasplante fecal es una línea de investigación promisoria para coadyuvar al manejo de la diabetes.
Trabajar en conjunto con un equipo multidisciplinario que incluya endocrinólogo, nutricionista y gastroenterólogo optimizará el cuidado integral de la diabetes y la prevención de complicaciones intestinales.
Cuidar la salud intestinal es tan importante como controlar los niveles de azúcar en la evolución de la diabetes. Se precisan más estudios sobre manipulación de la microbiota para desarrollar futuras terapias coadyuvantes en esta enfermedad de alta y creciente prevalencia mundial.
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